¿Qué hacen las empresas que realmente aprenden de los errores?
Las organizaciones que logran dar un paso decisivo para generar valiosas oportunidades de aprendizaje son aquellas que se atreven a incorporar el análisis, el cuestionamiento constructivo y el aprovechamiento de los errores, como parte integral de su cultura.
En otras palabras, aprender de los errores (propios o ajenos), puede ser una gran fuente de competitividad, si su empresa integra este hábito a sus valores cotidianos y lo convierte en parte vital de su inteligencia colectiva.
Sin embargo, aprovechar el potencial de los errores no es tan simple. Sobre todo si los líderes ponen más empeño en buscar culpables cuando las cosas salen mal que en aprender.
Una cultura que pone énfasis en el castigo de la culpa, propicia más el miedo que el aprendizaje y, en estas condiciones, los miembros del equipo desarrollan una gran creatividad para ocultar las fallas.
Además, los errores no producen lecciones de manera automática o inevitable. Hay que ocuparse de ello, con acciones conscientes y organizadas. No aprendemos por «casualidad» sino por «causalidad». El aprendizaje es el resultado de un esfuerzo.
Los equipos de trabajo que aprenden mejor de sus errores mantienen una actitud frente al entorno, los colaboradores y los clientes, que se caracteriza por las siguientes prácticas:
1. Promueven ambientes de trabajo más colaborativos
Las empresas que le sacan provecho a los errores, estimulan que los equipos de trabajo interactúen y construyan redes de intercambio, tanto de información como de conocimiento. Cada vez que pueden, crean espacios para vincular personas, equipos y departamentos.
Declaran la búsqueda del aprendizaje como un acto deliberado, que requiere de un tipo especial de confianza y liderazgo para que las fallas salgan a flote y puedan ser aprovechadas de manera positiva.
No promueven la lucha de poder en torno a la información y el conocimiento. Entienden que la base de una verdadera colaboración es el acceso a esos activos.
La colaboración también propicia la socialización, las conversaciones en positivo y la integración de la gente. En consecuencia, colaborar para aprender vuelve a las empresas más ágiles. Les permite generar una inteligencia colectiva que sabe cómo aprovechar la experiencia de «los otros».
En otras palabras, sobre una plataforma de paradigmas en la cual hay más premiación del aprendizaje que castigo de los errores, se puede lograr establecer un ambiente productivo de mucha innovación y mejoramiento continuo.
2. Promueven el emprendimiento de los empleados
Las empresas que se ocupan de aprender de sus errores estimulan la iniciativa de sus trabajadores para cultivar y llevar a cabo ideas que mejoren la calidad de los procesos existentes, aunque sea una pequeña mejora.
Saben que el emprendimiento individual desarrolla la inteligencia colectiva. Y esto siempre se traduce en un compromiso profesional con la excelencia, que florece especialmente a la hora de lanzar nuevos productos o generar líneas alternas de negocios.
Los errores inherentes a las actividades internas de emprendimiento son un insumo fundamental para el aprendizaje que se desprende al retar de manera positiva y constructiva el orden establecido.
Promover valores relacionados con el verdadero aprendizaje implica construir una visión apasionante sobre el mejoramiento continuo. Pero esto suele confrontar más las zonas de confort de la alta dirección de las empresas.
Al institucionalizar el emprendimiento de los empleados, se logra producir auténticos cambios en las conductas de los equipos de trabajo, que a su vez se traducen en innovaciones profesionales y nuevas fuentes de ingresos.
3. Toleran los errores y aprenden de ellos
Las empresas que extraen de los errores insumos de aprendizaje saben que tiene mucho valor equivocarse más temprano que tarde. Es una ventaja competitiva.
Pero esta mentalidad requiere de mucho entrenamiento para cambiar los paradigmas tradicionales sobre el error. Los líderes necesitan asimilar nuevos hábitos de supervisión y comunicación para que sus equipos realmente aprendan de sus desaciertos.
Para tolerar las equivocaciones en el trabajo hace falta desarrollar la habilidad de dejar de buscar culpables y ocuparse de que la gente realmente aprenda de los desaciertos. En este sentido, hay que tener presente que es más importante «aprender» que «enseñar».
Los jefes que se desesperan por corregir los errores olvidan que el aprendizaje sólo ocurre cuando el aprendiz es el protagonista de ese proceso y lo asume gustosamente (en buena parte, inspirado por su líder).
Con esta mentalidad constructiva, las faltas sin mala intención no son penalizadas en la evaluación del desempeño. Especialmente las de la gente creativa y audaz que se atreve a asumir riesgos para cuestionar, retar e impactar las prácticas establecidas pero desactualizadas.
4. No utilizan la jerarquía para abusar del poder
Las empresas que comprenden el enorme valor financiero que puede tener la destreza de aprovechar los errores, entienden las limitaciones de las estructuras jerárquicas.
Saben que «las cajitas» en los organigramas sirven para organizar los recursos de manera óptima, pero no determinan la legitimidad del liderazgo. El apego obsesivo a la estructura puede ser un obstáculo para el intercambio de conocimientos y experiencias, entre departamentos y niveles.
El aprendizaje se promueve mejor cuando no hay lucha de poderes y los equipos de trabajo interactúan con más noción de red que de jerarquía. Así se establecen condiciones más favorables para integrar habilidades multidisciplinarias y «co-aprender» de los tropezones.
Cuando se incorporan a un proyecto los colaboradores de distintas áreas funcionales y niveles (con experiencias formativas diversas y visiones de la realidad a veces discrepantes), es sorprendente la innovación que se puede lograr, especialmente al enfrentar los traspiés del trabajo.
Pero los líderes también necesitan asimilar la idea de privilegiar formas de organización más abiertas y «planas», en función de establecer relaciones donde se cultive la confianza necesaria para convertir los errores en capital de conocimiento.
5. Comparten una visión positiva del futuro
Para que una empresa pueda sacarle el mayor provecho a sus errores, es indispensable que esto sea parte de sus valores cotidianos. De lo contrario, solo será una frase poco creíble o vacía.
No es una apuesta sencilla. Apenas es más fácil escribirla. Los prejuicios que tenemos sobre el error son de vieja data y no cambian de un día para el otro. Pero si se tiene claridad sobre la meta final, el reto se vuelve inspirador.
Los equipos de trabajo son extraordinariamente más productivos cuando tienen una visión compartida del futuro que están construyendo, porque esta condición les da más claridad sobre las acciones y prioridades del presente.
Desde esta perspectiva, las fallas se vuelven una parte del camino y no un seudo trauma principista que desata la cacería de culpables y el brazo castigador del poder. En otras palabras, si de verdad sabemos para donde vamos y compartimos el gusto por ese rumbo, aprender de las fallas es mucho más fácil.
Al existir una visión compartida sobre la estrategia del negocio, hay muchas más probabilidades de integrar a los líderes con sus equipos de trabajo, en función de crear y cultivar ambientes de colaboración orientados al conocimiento.
Compartir un objetivo superior nos facilita ponernos de acuerdo en los desencuentros menores. Una visión de futuro que sea realmente comprendida y compartida por el equipo, garantiza que el aprendizaje del error produzca beneficios tangibles y cuantificables. Su práctica se hace parte de la cultura de la empresa.
A lo mejor en tu empresa o equipo de trabajo le pueden sacar más provecho a las inevitables fallas del día a día de cualquier negocio. Compartir estas ideas con tus compañeros puede contribuir con ese propósito. Aprovéchalas y difúndelas.
Por otro lado, ¿qué otras condiciones agregarías para que las empresas aprendan de verdad de sus errores?
Quizás te interese leer el post anterior a este: ¿Cuándo las empresas frenan el aprendizaje?
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