El optimismo puede ser responsable
Mark Stevenson, autor del libro «Un viaje optimista por el futuro», fue entrevistado por Elsa Punset en el programa Redes de la ciencia.
En la entrevista me llamó mucho la atención las 8 características que definen a un optimista responsable y pragmático, quien es alguien que trabaja activamente para lograr sus sueños.
Además de director de las reconocidas empresas, Mark Stevenson es autor de varios libros relacionados con el impacto de la tecnología en la sociedad. También es editor científico, músico, comediante y trabaja con museos, galerías y archivos de todo el mundo para promover el aprendizaje.
A continuación encontrarás un breve versión personal de los principios desarrollados por Stevenson en la entrevista:
1. Siempre podemos elegir
Si no estamos preparados para imaginar un mundo mejor, condenamos al mundo a ser peor. Sin esperanza, no podemos emprender bien el día. Así que es importante ser un optimista responsable.
La vida es una constante elección. Siempre podemos elegir creer en un mundo mejor y podemos intentar cooperar con eso a través de pequeñas acciones (a veces el error es pensar que debemos realizar acciones definitivas, abrumadoras, inmensas).
Las acciones individuales, cotidianas, van construyendo cambios trascendentes para uno mismo y para la sociedad. Tiene mucho más sentido intentar cambiar y ser mejores que seguir quejándonos de lo que no nos gusta.
Es vital tener ambiciones con respecto al futuro. Las ambiciones son anhelos legítimos. Todos queremos mejoras para nuestras vidas, y no se trata de ambiciones vistas como codicia o avaricia.
Incluso, es sano tener ambiciones para mejorar no solamente nuestras vidas si no la vida de los demás. La noción de servir a los demás es una poderosa fuente de cambios positivos para la vida personal.
Lo primero que podemos hacer es proclamar sin avergonzarnos que el mundo podría ser un lugar mejor, en vez de decir todo el tiempo «esto está muy mal, esto se lo llevó el demonio, esto se lo llevó quien lo trajo». Esta dirección de pensamiento siempre nos lleva a creer que no es posible hacer nada.
El optimismo es una declaración de principios, responsable, racional. Es un posicionamiento moral. No es congénito, ni es un designio. No es algo fantasioso, ingenuo, ni infantil. Es una decisión de vida.
2. Cuidado con el acoso incesante del cinismo
El cinismo es una excusa y el escudo perfecto para no actuar. Es más fácil asegurar que nada tiene remedio porque eso justifica nuestra pasividad. En otras palabras, nos ayuda a darle excusas a nuestro escepticismo. El conformismo es hiriente y agresivo, es el escudo a nuestras limitaciones.
El escepticismo y su principal aliado, el cinismo, son una epidemia en la actualidad. Todos somos cínicos y, en cierto modo, se nos educa para serlo. ¿Cuántas veces no hemos pensado «¿y quién soy yo para pretender cambiar esto o aquello?»
El cinismo coloca a nuestro ego en el centro de nuestras decisiones. Hace que nos preocupe más nuestra imagen, nuestra seguridad y aparente tranquilidad, que la posibilidad de ser mejores. Nos coloca en una zona de confort a veces muy peligrosa, porque no es sostenible.
En definitiva, el cinismo nos paraliza y siempre termina atentando contra nosotros mismos y nuestras oportunidades de crecimiento y bienestar.
Sin darnos cuenta nos amarga y nos aísla. Nadie en su sano juicio quiere estar cerca de una persona cínica y pesimista, porque eso se contagia, se traga la energía de los demás, siembra dudas y temor.
3. Contar con un proyecto de vida
Todas las personas que se sienten motivadas a realizar acciones positivas, están comprometidas con un sano ideal que va más allá de sí mismas.
Las personas felices suelen tener un proyecto de vida. Para mucha gente este proyecto son los hijos, para dotarlos de un propósito, mientras que para otros puede ser la religión o una vocación científica, artística o social.
Las personas así tienen una buena autoestima porque se asumen como parte esencial de cambios positivos en su entorno personal y familiar, en sus trabajos, en sus comunidades o en su país. O sea, se ven a sí mismas como parte de algo superior.
No importa si luchas por combatir el cambio climático, por mejorar la educación o por conseguir más zonas peatonales en tu ciudad; sea lo que sea, el propósito debe contener una meta superior.
4. Orientarse con rigor científico
Esto es muy importante. El optimismo responsable es una conducta adulta, sensata, que implica tener conciencia y responsabilidad sobre el impacto y las consecuencias de los actos propios. Por ello requiere conocimientos, investigación y entrenamiento constante.
En tal sentido es necesario que de manera permanente valoremos la evidencia, los hechos objetivos. Deberíamos usar más el método científico, el cual ha demostrado su capacidad de ayudarnos a alcanzar metas trascendentes.
Para encontrar motivación y ganas de actuar con entusiasmo de mejorar, es buena idea pensar como científicos e investigadores, y no como unos malos políticos que solamente hablan de sus buenas intenciones y promesas de bienestar.
Los buenos científicos e investigadores no realizan grandes obras desde una perspectiva de poder individual, ni utilizan la ideología (de derecha o de izquierda) para sus fines. Ellos actúan desde una perspectiva basada en la evidencia, en datos y mediciones. Se interesan y preocupan por ayudar, solucionar problemas, mejorar las condiciones existentes.
Enfocarnos en los datos y las evidencias, mesurables, objetivas, concretas, nos permite tener una visión de la realidad más precisa y de esta manera tener más motivación y confianza en las acciones que podemos emprender para mejorar.
No basta con tener buenas ideas y deseos. Para confiar en nosotros mismos y en los demás debemos sustentar nuestros proyectos con conocimiento, el estudio y la práctica constante de aquellas acciones que nos convierten en un optimista por decisión propia.
5. Compartir activamente el pensamiento
Las ideas deben compartirse, no protegerse. Mucha gente cree que compartir sus ideas los debilita y los coloca en situación de desventaja frente a otros.
En Internet la gente comparte sus ideas todo el tiempo. Cuanto más se comparte una idea, más posibilidades de amplificación adquiere. Y cuando una idea es buena, siempre tiene la repercusión y el alcance que deseamos.
Cuando las ideas se comparten, se confiere poder a las personas en lugar de ejercerlo sobre ellas. Conferir poder a otras personas nos otorga reconocimiento y no nos quita fuerza. Al contrario, nos brinda estímulo, motivación y satisfacción.
Para innovar, hay que darle la posibilidad a las ideas de encontrarse con otras, interactuar, concebir nuevas ideas. Según Stevenson «hay que dejar que las ideas sean promiscuas».
6. Aprender el valor de equivocarse
No pasa nada si te equivocas, lo irresponsable es no intentarlo. Para algunas personas cometer un error es algo catastrófico, un fracaso. Pero para otras es una excelente oportunidad de crear.
La idea de que jamás debemos equivocarnos es un legado de la era industrial, en la que si te equivocas, te humillan. O si cometes un error en el trabajo, te despiden. Sin embargo, equivocarse es lo más creativo que podemos hacer.
A mucha gente le asusta tanto cometer un error, que no se atreve a hacer nada. La manera más segura de no mejorar el mundo es no haciendo nada. En cambio, el optimista pragmático no sólo comete errores, sino que considera el equivocarse como algo fundamental.
Una vez le preguntaron a Keith Richards, guitarrista de los Rolling Stones, cómo se le ocurrían sus magníficos fraseos de guitarra. Y dijo: «Empiezo a tocar hasta que cometo el error adecuado». Por lo tanto, Keith Richards es un optimista pragmático porque sabe crear algo hermoso a partir de un error.
7. Más acción y menos bla bla bla
De nada vale pontificar acerca del «deber ser», si en nuestras vidas no practicamos lo que proclamamos. Un ejemplo: si no les dicen a sus hijos que les quieren, los niños no tienen forma de saberlo, pero los padres tienden a pensar que, aunque hablen con dureza a sus hijos, ellos sabrán que les quieren de todos modos. Pero no es cierto, la intención no basta.
Nadie se define a sí mismo como una persona amargada, cínica o complicada, sino que le echa la culpa de su mal carácter al jefe autoritario, a una infancia difícil, a la falta de dinero, o a lo que sea.
No obstante, si actúas ante el mundo como una persona amargada, cínica y complicada, realmente terminas siendo así.
Es muy fácil decir lo que se debe hacer. Lo retador y realmente interesante es hacer, actuar y practicar las conductas que consideramos positiva y constructivas. Es exactamente lo que se debe hacer con los valores: menos teoría y más ejecución.
Los cínicos y pesimistas se dedican a criticar, y otros pierden tiempo imaginando lo que podrían llegar a ser sin hacer nada. Pero un optimista responsable o pragmático siempre está ocupado en construir sus sueños.
8. Los caminos se hacen caminando
Ser optimistas racionales, pragmáticos o responsables, implica tener noción de proceso. Alcanzar una meta es como un torneo que consta de diez rondas, y hay que ser conscientes de que en la primera ronda podemos perder nueve batallas de cada diez.
En más de una ocasión a nadie le gustará tu nueva idea. En muchas ocasiones estamos luchando contra paradigmas, prejuicios y modelos imperantes.
Con seguridad en la primera ronda perderás casi todas las veces, pero, en las siguientes te habrás fortalecido y aparecerán pequeños triunfos y conquistas que merecen que sigas perseverando.
No debemos confundir la primera ronda con todo el torneo. Aprendamos a disfrutar la ruta hacia nuestras metas, porque cada día entraña triunfos y logros.
A manera de síntesis, según Mark Stevenson, un optimista responsable, realista y pragmático convierte la batalla en un asunto positivo y estimulante; tiene planes y propósitos; valora el conocimiento científico; estudia y se prepara; no teme a los errores; practica lo que predica; y actúa.
Este tipo de optimismo ayuda a desarrollar una conducta constructiva que permite crear condiciones y oportunidades para ampliar nuestras posibilidades de superación.
Se trata de una actitud que requiere asumir que de nosotros mismos depende encarar los obstáculos y retos, con convicción de poderlos resolver a favor de nuestras vidas. Y es una responsabilidad indelegable, porque cuando la sacamos de la esfera de nuestras decisiones, comenzamos a culpar a los demás o al entorno y perdemos energía creadora.
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