Retos del liderazgo y el trabajo en equipo en una orquesta
La directora de orquesta Alondra de la Parra recientemente estuvo en el World Business Forum, con una inspiradora conferencia en la cual utilizó a la orquesta como metáfora de base para hablar del liderazgo y el trabajo en equipo.
Alondra de la Parra fundó la Orquesta Filarmónica de las Américas, y su desempeño le ha merecido elogios de relevantes figuras del ámbito musical mundial.
Según ella, la orquesta funciona como un microcosmos en el cual se pueden apreciar los retos que deben enfrentar el liderazgo y el trabajo en equipo.
Concebir a la empresa como una bella sinfonía nos permite comprender mejor el rol de cada uno de sus miembros y el rol del director, responsable de armonizar el desempeño del conjunto.
«Yo sola con mi batuta no produzco ningún sonido. No hago nada sola. Necesito el grupo para crear.»
Muchos piensan que la función del director de orquesta es prescindible si los músicos ya conocen sus partituras. Sin embargo, Alondra de la Parra lo explica muy bien:
«Así como el director técnico de un equipo de futbol es una figura decisiva en un partido aunque nunca toque el balón, el director de orquesta es imprescindible.»
Aunque conozcamos nuestras funciones en el trabajo, sin un líder que nos guíe estaríamos perdidos. Algo similar sucede con una orquesta: sin su director, se perdería la armonía y la sincronización.
«El líder tiene que cumplir con una responsabilidad que le es propia e intransferible.»
En esta dinámica, el director de orquesta requiere un equipo de líderes: él es un líder de líderes. Cada uno de sus músicos debe asumirse como responsable de su ejecución, y debe ser capaz de integrarse de manera armónica al resto, sin excusas ni pretextos.
En una buena orquesta, cada músico necesita ser un profesional integral, preparado y apasionado de su oficio. Debería ser, por sí mismo, un líder de su vida, de su instrumento y de su trabajo.
Se trata de conjugar capacidades y no debilidades. Una buena orquesta es una suma de talento profesional, no una suma de limitaciones.
Excusarnos en los errores o imprecisiones del que tenemos al lado o del director, no sirve en una orquesta, porque cada quien debe ser dueño y soberano de su ejecución. La responsabilidad individual con conciencia colectiva es indispensable.
Una orquesta con buenos músicos no sonará bien si el director no es bueno. Pero al revés tampoco funciona. Si el director es muy bueno, apenas podrá sacar adelante la obra si sus músicos son mediocres, incompetentes, vagos, desinteresados e indiferentes.
El compromiso y la genuina motivación de cada quien marca la diferencia entre un simple ejecutor de notas y un líder musical.
Así sucede en las las empresas. Sus colaboradores no pueden excusar sus fallas en la falta de liderazgo de sus directivos. Somos nosotros mismos los responsables de ejecutar un trabajo con estándares artísticos de profesionalismo y calidad, tanto en la atención a quienes servimos, como en el manejo de nuestros instrumentos.
«Así como una empresa funciona con una misión bien definida, y con cada palabra escogida con minuciosidad extrema, el líder y cualquier individuo tiene que tener una misión personal.»
Un director de orquesta tiene ante sí la responsabilidad de haber estudiado y haberse preparado para conocer la partitura de toda la obra y la de cada grupo de instrumentos. El buen director de orquesta sabe cuáles son los resultados que desea obtener. Además, tiene que estar en capacidad de poder incorporar los aportes de cada miembro de su orquesta, respetar sus ideas y conciliarlas bajo un mismo objetivo compartido por todos. El éxito del director jamás puede ser a costa del fracaso de sus ejecutantes.
«No puede haber un ambiente de éxito contra fracaso. Tiene que existir un ambiente en el que se puedan aceptar las opiniones, las diferencias, y que haya respeto para que cada quien se enfoque en ser el mejor artista y no en complacer al líder.»
De allí la importancia vital de una visión de la organización, que todos deberían conocer, aceptar y compartir, porque tiene un significado común para cada miembro.
En el caso de la orquesta, esa visión es alcanzar un estándar de ejecución conmovedora. Todos saben cómo quieren que se escuche la obra, todos conocen su partitura, todos reciben los lineamientos del director y todos se asumen parte indispensable para elevar la pieza a una interpretación inolvidable.
Adicionalmente, Alondra de la Parra aporta un elemento de mucho interés para el desempeño del director de orquesta, que aplica para los líderes organizacionales. Ella habla de la comunicación del líder, la cual debe plantearse en dos vertientes: la verbal y la gestual.
Un buen líder no sólo comunica con sus palabras, sino que al igual que el buen director de orquesta comunica con sus gestos (o sea sus acciones) y modela al grupo demostrando sus deseos e intenciones.
Finalmente, la influencia positiva de un buen director de orquesta y la destreza de sus músicos no se produce milagrosamente el día del concierto. Un buen director desarrolla la mayor parte de su trabajo en los innumerables ensayos que realiza con su orquesta, tras los cuales, además, existen muchas horas de estudio y dedicación de cada instrumentista. En otras palabras, la práctica diaria y constante es un factor determinante para el éxito del equipo.
Para ampliar estos conceptos, en este enlace puedes disfrutar de una conferencia de Alondra de la Parra.
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En total, muy buenas observaciones en este post. Acabas de ganar un nuevo lector. Con seguridad recomendaré esta lectura a mis amigos y colegas.